Cuando tomamos la decisión de ir a terapia, solemos encontrarnos con mucho dolor, angustia y con la sensación de que ya no podemos más. Las investigaciones dicen que tardamos una media de 10 años desde que empezamos a sufrir o a experimentar un problema en algún área de nuestra vida, hasta que finalmente damos el paso. Así que es totalmente comprensible querer sentir alivio lo antes posible. ¿Quién no querría dejar de sufrir rápido? Sin embargo, en el proceso terapéutico, especialmente desde un enfoque humanista-sistémico, sabemos que las soluciones rápidas no suelen ser las más profundas ni las más transformadoras. Te comparto una breve reflexión sobre ello.

1. No eres un problema que necesita arreglarse rápido
Las personas no somos un conjunto de síntomas que hay que eliminar. Por ello, no buscamos recetas ni soluciones mágicas. Las personas somos únicas, con una historia, unos vínculos, con unos valores, y una capacidad enorme de crecimiento... Por todo ello, en terapia se busca comprender qué te ha pasado, qué ha ocurrido en tu vida para que sientas ese malestar. Y esto, es algo que merece ser explorado con tiempo, cuidado y respeto.
2. El dolor tiene una historia… y también un sentido
Muchas veces el malestar que sientes hoy está conectado con aspectos de tu historia personal, familiar o vincular que necesitan ser comprendidos, no solo “resueltos”. En lugar de tapar el dolor, en terapia buscamos escucharlo: entender qué viene a mostrarte, qué necesita ser expresado, qué parte de ti está pidiendo ser mirada con más compasión, o si hay algo que reparar o alguna necesidad que ser cubierta. Es un proceso en el que con mimo y cuidado miramos las partes heridas para sanarlas.
3. Lo rápido desconecta; lo profundo transforma
Las soluciones rápidas suelen enfocarse en hacer desaparecer el síntoma, y eso quita la atención y la energía de ir a la raíz del malestar. Tu historia está entretejida con otras historias: familiares, sociales, culturales. Trabajar de manera profunda también implica revisar las creencias y atribuciones heredadas, las que nos han impuesto o hemos asumido como propias, pero en realidad no lo son.
Trabajamos para comprender y así deshacer esos nudos que impiden vivir plenamente, trabajamos para reconectar con una misma y construir una vida más coherente con los valores propios. Y eso, naturalmente, lleva tiempo. Es un proceso que se construye paso a paso, y alguien que pasa con las heridas o enfermedades "físicas", cada herida emocional requiere un tiempo y atención determinadas.
En definitiva, ir a terapia no es empezar una carrera contra el tiempo para "sentirse bien" lo antes posible, sino que implica abrir un espacio donde, poco a poco, puedas comprenderte, sanar tus heridas y reconectar con lo que verdaderamente eres y necesitas. Es un proceso que requiere paciencia, respeto y mucho cuidado, pero también es una oportunidad profundamente transformadora. Si decides comenzar este camino, hazlo sabiendo que no estás sola, y que cada paso —por pequeño que parezca— es una forma de dignificar tu historia y construir una vida más coherente con quien realmente eres.
Añadir comentario
Comentarios